¿Cuál es el significado de mi felicidad?

 Hay una inmensa cantidad de obras que presentan personajes con vidas muy duras, sufriendo muertes de familiares o amigos, abandono, bullying o incluso abusos; no obstante, no hay tantas que tengan esto como tema principal. Una de esas es Sachi-iro no One Room, el manga que quiero comentar. La historia que narra está protagonizada por una niña de 14 años que vivía una vida infernal cada día, con sus padres maltratándola física y mentalmente, y sufriendo bullying en la escuela por parte de sus compañeros. Todos veían sus heridas y no era difícil adivinar qué pasaba, pero simplemente hacían la vista gorda y nadie la única mano que le tendieron fuera para hundirla aún más.

La vida de esta chica cambia totalmente cuando es secuestrada por un joven que se presentó a sí mismo como su acosador, pero ella lo concibió como el salvador que la alejó de todos los abusos que sufría, abriendo así una puerta a su felicidad. El manga se concentrará principalmente en la tan curiosa relación que empieza a desarrollarse entre secuestrada y secuestrador, personas tan parecidas y a la vez tan diferentes que cruzaron sus caminos.



El mayor atractivo es sin duda el trabajo psicológico realizado, ya que tenemos en la ecuación a una niña que ha sufrido de todo y ahora es su momento de pensar en su felicidad y en su futuro. Y es que nunca conocemos el nombre real de la chica, siempre aparece como “xxx-san”; solo sabemos el nombre que le dio su secuestrador, “Sachi”, que forma parte del kanji de la felicidad, lo que podría significar una nueva identidad para ella con la que comenzar desde cero y desde la cual puede conseguir la felicidad. Bueno, este significado para ella, para su secuestrador es, en esencia, algo muy diferente.


Habiéndose visto tan abrumada y cansada del infierno en el que vivía, Sachi solo pudo pensar en que su mejor opción era quitarse la vida, pues era preferible morir a seguir sufriendo todo aquello; sin embargo, el secuestro le otorga una nueva opción: evitar el abuso sin tener que morir. No es difícil suponer que Sachi accedió a aquello solo por curiosidad, por probar una opción en la que no desapareciese el punto de retorno, porque Sachi realmente nunca quiso morir, solo pensó que era lo mejor que podía hacer. Ya avanzada la trama, habla de que realmente todo lo que decía era una broma, que la sonrisa y la personalidad animada que tenía con su secuestrador no era más que una fachada para no tener que actuar como su verdadera yo; es decir, estaba allí por estar, por probar la nueva opción, tampoco es realmente quisiese al inicio.


Poco a poco, mientras más tiempo comparte con su secuestrador, se da cuenta de que no era tan malo estar allí. Aquel chico le proporcionó cosas sencillas que nunca nadie le había dado, como la libertad de hacer lo que quisiese (nada más llegar a su casa le dijo que la puerta se abría fácil y podía salir cuando quisiese), una comida casera, la seguridad de no recibir golpes, o palabras amables que le daban ánimos y tranquilidad. Con cada pequeña cosa, Sachi fue descubriendo poco a poco la felicidad, emoción que nunca había sentido genuinamente, aunque se hiciera creer a sí misma inicialmente que solo era una falsa felicidad.



Ella sabía que nadie vería bien la relación que tenía con su secuestrador, al que llama Oniisan debido a que no conoce su nombre, pues para la sociedad eso solo era un delito, no un acto de protección. Y es que desde el principio empieza a notarse que el drama del manga podría ser fácilmente solucionable si se hubieran tomado otras decisiones. Como otro personaje comenta, Oniisan podría haber ido a denunciar a sus padres por el abuso e incluso llegar a solicitar ser su tutor legal; no obstante, toma una decisión que infringe la ley y le dará muchos problemas tanto ahora como en el futuro. Bien podríamos considerar que realmente no es un secuestro porque, en este caso, la víctima estaba totalmente de acuerdo, nunca se le obligó a nada y podría haberse ido si así lo hubiese querido; pero, como bien puntualizan más adelante, la ley no entiende de sentimientos.


Sachi es un personaje que no deja de cambiar conforme van pasando los capítulos. Entró en aquella habitación siendo una niña que no albergaba el más mínimo ápice de esperanza, que parecía ajena a su propia vida, sin sentimientos, indiferente a absolutamente todo lo ajeno y lo propio; luego, fue descubriendo poco a poco que ella también era capaz de sentir emociones, podía desear cosas, podía disfrutar momentos, podía cambiar. He de añadir que me encanta cierto momento en el que ella misma habla de que sabía que los seres humanos tienen sentimientos, pero se veía a sí misma incapaz de tenerlos. Lo que antes solo soportaba sin ejercer resistencia, ahora le molestaba y luchaba por rechazarlo. Incluso ella misma dice que cosas que nunca le habían molestado ahora, ahora le dolían aun habiendo vivido peores.


Respecto a Sachi, también es destacable cómo evolucionan sus traumas. Desde el momento en el que le pareció ver a su madre, Sachi, que había estado como viviendo en un mundo distinto, vuelve a recordar todo aquello por lo que pasó; los viejos recuerdos de sus heridas y el maltrato le hacen más daño que en ningún otro momento, dándose cuenta más que nunca que quería romper con todo lo de “xxx-san”. Su actitud a partir de aquí marca más la desesperación que siente por mantener la vida que lleva al lado de Oniisan y él mismo nota que algo en ella ha cambiado. Y es que, desde ese momento, la palabra “confianza” se vuelve de lo más recurrente desde el significado distorsionado que Sachi le otorga.



Este era el momento perfecto para añadir a dos personajes nuevos que intervinieran en la relación de Oniisan y Sachi. Siendo dos detectives privados contratados por la madre de Sachi, su verdadera intención no era resolver el caso, sino descubrir qué estaba pasando realmente, pues ya existía la sospecha de que Sachi fuese víctima de abuso por sus padres y estar con su secuestrador fuese solo para huir de ello. Matsubase y Yashiro ofrecen una nueva visión al manga, no solo para los lectores, sino también para Sachi y Oniisan. Con la influencia de ellos, la pareja protagonista tiene por primera vez el apoyo de alguien, a pesar de que la premisa de la que parten es que toda la sociedad rechaza su relación. Además, con la nueva visión ofrecida, deben pensar cuál es su verdadera relación, pues, lejos de ser lo que establecieron inicialmente de “compartir intereses”, se dieron cuenta de que de verdad se preocupaban el uno por el otro y querían seguir estando juntos. Ambos personajes ayudan y enseñan a los protagonistas en los momentos más serios, pero también aportan a tener un ambiente más calmado, amigable y hasta familiar que les deja disfrutar al lado de alguien más.


También tenemos un punto de inflexión cuando Matsubase pone a Sachi contra las cuerdas al hacerla elegir entre una solución fácil para sus problemas al ofrecerle ser su tutor legal o quedarse con Oniisan, que no podía garantizar su seguridad para siempre y, además, tenía que escapar de la policía. Ahí es cuando se da cuenta de que, si fuese por intereses, la mejor opción era la primera; no obstante, su elección fue quedarse con Oniisan, ya no por meros objetivos, sino porque de verdad quería estar con él y no sería lo mismo con ninguna otra persona.


Por otro lado, Oniisan es un personaje que, desde el principio, está envuelto en misterio. A pesar de ser el acosador de Sachi y, de hecho, tener una pared llena de fotos de ella, nunca da la sensación de ser una mala persona, incluso siendo presentado como un secuestrador. Es imposible no pararse a pensar por qué “secuestró” a Sachi, pues, insistiendo nuevamente, si solo hubiera querido ayudarla, tenía otras opciones legales. Sin conocer ni su nombre, ni su edad, ni su cara, ni sus verdaderas intenciones, este joven, inicialmente, parece estar dedicado a ayudar a Sachi. Pero ¿por qué?


El trasfondo de Oniisan me resultó totalmente inesperado. A pesar de que era obvio que tenía detrás algo que no era normal, ver qué vivió y qué le llevó a eso es muy duro. Su vida entera parece girar en torno a una mala decisión que alguien tomó por su propio ego. Ajeno al mundo real, criado en la indigencia y habiendo puesto todo su esfuerzo durante años para conseguir aquello que deseaba, Oniisan pareció heredar la filosofía de aquella persona una vez que lo perdió todo. Se proyectó a sí mismo en Sachi y ese fue el impulso que tuvo para ayudarla, también por su propio ego. No quiero detenerme mucho en esto porque probablemente {es posible [quizás (a lo mejor)]} me dedique a hablar sobre este señor largo y tendido en otro momento, así que voy a dejar así muy resumida esta parte. Bajo los enunciados enseñados por esa persona de “la gente solo puede vivir con aquellos que están al mismo nivel” y “todo el mundo necesita a alguien”, Oniisan lleva su vida con Sachi.



En definitiva, Sachi-iro no One Room no es una historia con trama compleja, sino con personajes que toman malas decisiones, sufren, pierden la motivación de vivir y luego son puestos a buscar su propia felicidad y su razón para seguir viviendo. Si bien al principio puede parecer una historia rara y poco seria porque en el primer capítulo Sachi le pide a su secuestrador que se case con ella (a pesar de existir una amplia diferencia de edad también) si logran escapar de la policía, el manga solo plantea una relación en la que el cariño que se tienen los personajes supera cualquier otra cosa. Para lograr la felicidad no solo necesitas bienes materiales, sino una persona con la que haya confianza y cariño mutuo; y eso es lo que estos personajes, en un principio desconocidos, acaban siendo el uno para el otro. La complejidad reside también en el supuesto delito cometido y cómo los personajes buscan superar la dificultad para poder lograr su objetivo de seguir juntos.


Como conclusión, leer los 56 capítulos que lleva actualmente ha sido una experiencia cargada de todo tipo de emociones. No coincidió con ninguna de las ideas preconcebidas que tenía y me alegro, igualmente ha conseguido gustarme mucho y he acabado muy encariñada de los cuatro personajes que más aparecen. Es de esas historias en las que no quiero, NECESITO que tenga un final feliz y mis niños puedan dejar se sufrir tanto; si no ocurre, voy a cometer crímenes de guerra, primer aviso.





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